Nuestra cultura, ha creado como un símbolo sexual la imagen de la mujer. Esta imagen irreal se puede encontrar en numerosas campañas publicitarias, revistas, televisión, entre otros. Pero, ¿cómo puede influir en la percepción de la mente de las mujeres el que alguien solo se fije en su cuerpo? Nussbaum (1995) describe 3 componentes fundamentales que se dan en la cosificación, el primer elemento se trata de la “negación de la autonomía”, es decir, no se atribuye la capacidad de elección y autodeterminación.
En segundo lugar, la “inercia”, definida como la negación de la capacidad de agencia y acción; y por último, la “negación de la subjetividad”, en donde se niega la capacidad de experiencia y la capacidad de sentir emociones.
La cosificación es una forma de violencia machista que nos cuesta identificar como tal por la normalización social que hemos hecho. La sociedad consumista nos bombardea diariamente con miles de mensajes directos y subliminales que no somos capaces de analizar de forma consciente pero que se instalan en nuestro cerebro y, sin darse cuenta de ello, los acabamos aceptando.
Es un problema y hay que hacernos conscientes de su alcance. Hay que desaprender todo lo que hemos aprendido de forma inconsciente e impuesta y analizar individualmente el cómo y el porqué se utilizan las mujeres con fines mercantilistas y de satisfacción de todo tipo de necesidades ajenas. Sólo cuando veamos la dimensión que supone el maltrato público y diario del cuerpo de las mujeres en las campañas, veremos las consecuencias de esta cosificación: discriminación, deshumanización, desnaturalización, sumisión y objetivación son, sin duda, la raíz de las violencias machistas.
Una raíz troncal, fuerte, que se ramifica en miles de raíces secundarias que van alimentando el tronco y que hacen que el problema sea más y más grande y difícil de erradicar.
Cabría mencionar algunas de las posibles consecuencias que puede tener la cosificación en las personas, concretamente en su autoestima. La relación entre la cosificación sexual y la autoestima ha quedado suficientemente probada. Las personas que experimentan autocosificación, tienen baja autoestima global y baja autoestima corporal (Strelan, Mehaffey y Tiggemann, 2003). Sin embargo, esta relación es diferente en hombres y en mujeres.
Considero delicado que las propias mujeres estén familiarizadas y convivan con la idea de ser cosificadas, de que se les vea como un objeto, que se han sentido como tal en algún momento de su vida. Sin embargo, es importante destacar los logros de los movimientos feministas, ya que en el contexto actual, cada vez menos mujeres aceptan esta situación de ser consideradas objeto. Del lado de los hombres encontramos que estos confunden la cosificación con la agresión física a las mujeres. Aunque algunos consideran que es posible erradicar esta práctica, hay todavía una resistencia, dado que se tiene naturalizada la idea de la mujer como un objeto y que esto es justo lo que está siendo difícil que desaprendan.
Las nuevas generaciones deben formarse fuera de este círculo detradiciones socioculturales. Al mismo tiempo precisa aclarar que la intención de los grupos feministas es el de informar y empoderar a las mujeres, no busca que estas sean más que los hombres, sino que sean totalmente dueñas de sus decisiones y sus cuerpos, para que no se les utilice como un objeto.
Es esta una tarea que requiere esfuerzos y suma de voluntades en la que hay mucho por hacer, pero la ruta está trazada, hay que seguir caminando y generando coincidencias.
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